Por: Augusto Caña Mamani “Sinshi Cahuide”
Ay de mi, en este mundo y en esta vida hay hijos indignos que con qué facilidad olvidan el esplendor camino de nuestro pasado y sin fervor de lucha, duermen inermes y que pena verdad?:
Aquél monstruoso crimen historico que, fue perpetrado por la huesteria invasora española, ocurrido el 16 de noviembre de 1532; hoy no amerita olvidar ni ignorar. Primero al grito de ¡Santiago! por Francisco Pizarro (maldito sus descendientes), los cañones con su siniestro estruendo vomitaron fuego, luego vino el galopar macabra de la cabaleria y suis genetes apocalipticos con sable a mansalva destrozaron el cuerpo desarmado de nuestros ancestros Inkas. Fuego, sangre y muerte desoló el cuerpo inocente de los desarmados hombres que acompañaban como séquitos al Inka Atauwallpa, gobernante de la nación milenaria del TAWAINTISUYU.
Los heridos indígenas de Cajamarca, bajo el corolario de muerte fueron rematados con extrema crueldad y inquina odio racial a punta de sables y el disparo de folconetes, siendo algunos atropellados sin misericordia por la siniestra caballeria Iberiana: Infausto de los infaustos, bajo las nubes preñadas del medio dia y el fulgurrar dorado del sol, la sangre indígena brotó a borbotones de la multitud de cadáveres que yacian inermes en el suelo: Siendo esta acción criminal y cobarde una mácula perenne de aquellos invasores que, sin virtud y honor militar demostraron su predica de matar y matar con insania sanguinaria.
¡Compatriotas! Frente al aquel fatídico y infausto desencuentro antagónico (desde entonces inconciliables) que ejecutara España por medio de bastardos hijos contra el milenario TAWAINTISUYU: Por tanto, desde el cumbre de nuestra existencia, hoy no debemos llorar ni lamentar a nuestros ancestros muertos y mucho menos sentir compasión por su trágico final. Por el contrario, debemos estar orgullosos y dichosos que su espiritu no fue doblegado; por que al lado de su gobernante Inka Atauwallpa y por su milenaria Nación se mantuvieron firmes y dignos hasta el final de sus vidas.
Ay de mi, en este mundo y en esta vida hay hijos indignos que con qué facilidad olvidan el esplendor camino de nuestro pasado y sin fervor de lucha, duermen inermes y que pena verdad?:
Aquél monstruoso crimen historico que, fue perpetrado por la huesteria invasora española, ocurrido el 16 de noviembre de 1532; hoy no amerita olvidar ni ignorar. Primero al grito de ¡Santiago! por Francisco Pizarro (maldito sus descendientes), los cañones con su siniestro estruendo vomitaron fuego, luego vino el galopar macabra de la cabaleria y suis genetes apocalipticos con sable a mansalva destrozaron el cuerpo desarmado de nuestros ancestros Inkas. Fuego, sangre y muerte desoló el cuerpo inocente de los desarmados hombres que acompañaban como séquitos al Inka Atauwallpa, gobernante de la nación milenaria del TAWAINTISUYU.
Los heridos indígenas de Cajamarca, bajo el corolario de muerte fueron rematados con extrema crueldad y inquina odio racial a punta de sables y el disparo de folconetes, siendo algunos atropellados sin misericordia por la siniestra caballeria Iberiana: Infausto de los infaustos, bajo las nubes preñadas del medio dia y el fulgurrar dorado del sol, la sangre indígena brotó a borbotones de la multitud de cadáveres que yacian inermes en el suelo: Siendo esta acción criminal y cobarde una mácula perenne de aquellos invasores que, sin virtud y honor militar demostraron su predica de matar y matar con insania sanguinaria.
¡Compatriotas! Frente al aquel fatídico y infausto desencuentro antagónico (desde entonces inconciliables) que ejecutara España por medio de bastardos hijos contra el milenario TAWAINTISUYU: Por tanto, desde el cumbre de nuestra existencia, hoy no debemos llorar ni lamentar a nuestros ancestros muertos y mucho menos sentir compasión por su trágico final. Por el contrario, debemos estar orgullosos y dichosos que su espiritu no fue doblegado; por que al lado de su gobernante Inka Atauwallpa y por su milenaria Nación se mantuvieron firmes y dignos hasta el final de sus vidas.
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